Capítulo del libro "Historia del Movimiento Obrero Chileno", como editorial realizamos el año 2008 un cuadernillo titulado "Apuntes de Historia Sindical Chilena. De la FOCH de Recabarren a la CUT de Clotario Blest", donde pueden encontrar este capítulo y otros.
por Humberto Valenzuela
En 1907, los obreros pampinos de la
Provincia de Tarapacá solicitaron de los salitreros que sus salarios fueran
pagados en oro, ya que éste se hacía en papel moneda y fichas, en circunstancias
que el salitre se cotizaba en oro esterlino y el pago de los artículos de
primera necesidad se hacía al cambio de nuestra moneda. Pidieron también que se
estableciera el libre comercio en las oficinas, ya que existía el monopolio por
parte de los salitreros, quienes eran a la vez dueños de las Pulperías, únicos
centros de abastecimiento existentes. Solicitaron además, que se establecieran
balanzas en las pulperías, pues las ventas eran "al reverendo lote",
y la abolición de las fichas, con las cuales se pagaba el trabajo de los
obreros. Además, este sistema tenía el inconveniente de que las fichas de una
determinada firma salitrera no tenían ningún valor en las oficinas de otras
firmas y cuando los obreros debían ir a un pueblo cualquiera, o bajar al
puerto, estas fichas no poseían ningún valor; entonces, los obreros tenían que
verse en la necesidad de cambiar éstas fichas por dinero, en los mismas
oficinas, con un cincuenta por ciento de descuento sobre su monto total,
robándoles así la mitad de sus dineros. Los pampinos pedían también que cuando
no se pagare una carretada de caliche por estimarla de baja Ley, ésta no fuera
utilizada en la elaboración de salitre, como se estaba haciendo por parte de
los administradores. Pedían además, que no se despidiera a los obreros que
participaran en la huelga, o que se les indemnizara como corresponde, y que
todos los acuerdos a los que se llegara fueran reducidos a Escritura Pública,
firmada por los delegados obreros y los patrones. ¡¡ Y pensar que por pedir y
defender todo esto, los mataron!!
Como de costumbre, los patrones rechazaron
de plano estas peticiones; y los obreros decidieron la huelga. Esta se inició
de inmediato en las oficinas San Lorenzo y en Jaspampa, extendiéndose
rápidamente a toda la Pampa del Tamarugal y a los cantones Norte y Sur Lagunas.
Paralizaron cerca de treinta oficinas con un total aproximado de 12 mil
obreros. Era el día 10 de Diciembre de 1907.
El día 13, se realizó una concentración en
el alto de San Antonio, un pueblito salitrero. Se había dicho que a ella
concurría el Intendente, pero no fue así. Los obreros decidieron bajar al
puerto, muchos alcanzaron a irse en tren, pero el resto tuvo que hacerlo a pie,
por cuanto no cabía más gente en los carros. El día 15 aparecieron en los
cerros de Iquique los primeros contingentes de huelguistas que formaban parte
de la caravana que marchaba a pampa traviesa, la cual se había ido engrosando,
ya que los patrones en un esfuerzo por impedir la bajada de los pampinos, había
suspendido el tráfico ferroviario.
El día 15, habían en el puerto más de 16
mil huelguistas, pues a los pampinos se empezaron a sumar los gremios del
puerto. La burguesía porteña y las autoridades estaban presas del pánico y
hacían esfuerzos desesperados para que los pampinos no se juntaran con sus
hermanos de clase del puerto, pues temían una acción de conjunto; a los
pampinos los concentraron en el Sporting Club, lugar que abandonaron en una
imponente columna, rodeados por los soldados de caballería e infantería. Los pampinos
seguían invadiendo el puerto; nuevas columnas compuestas por hombres, mujeres y
niños seguían llegando desde la pampa después de haber caminado kilómetros y
kilómetros, durante más de 1 día.
Las autoridades trataron de hacer regresar
a los pampinos, colocando varios carros planos para su vuelta. Algunos
alcanzaron a subir, muy pocos, pero la gran muchedumbre logró persuadirlos y
bajaron de nuevo. El Intendente subrogante les ofreció, como alojamiento, el
Convento de San Francisco para los hombres y la Casa Correccional para las
mujeres. Los huelguistas rechazaron de plano la oferta. Se les ofreció
entonces, el cuartel del Regimiento Húsares, lo que también fue rechazado;
finalmente, aceptaron la Escuela Santa María, en la cual días después serían masacrados.
El puerto estaba abarrotado no sólo de
huelguistas sino también de soldados y marineros que habían desembarcado del
Crucero Esmeralda y del Zenteno. Los huelguistas habían organizado piquetes que
se turnaban en resguardo del orden; había que impedir la venta de vino y otras
bebidas alcohólicas. El Ejército, había facilitado algunas cocinas y los
huelguistas habían organizado el rancho; desayuno de 7 a 8, almuerzo de 12 a 1
y comida de 6 a 7. El Comité de Huelga estaba compuesto de la siguiente forma:
Presidente José Brigg, vice presidente Manuel Altamirado, tesorero José Santos
Morales, secretario Nicanor Rodriguez, delegados: José Santos Paz, Ignacio
Monarde, Pedro Sotomayor, Juan Ordoñez, Francisco Sanchez, Luis Muñoz, Manuel
Cáceres, Víctor Cerda, Manuel Toro, Manuel González y Luis Córdova. Además
integraban este comando los compañeros Luis Olea y Manuel Aguirre. Los
salitreros y las autoridades solicitaron ayuda al Gobierno y éste, que estaba
presidido por Pedro Montt, quién también era salitrero, teniendo como Ministro
del interior a Rafael Sotomayor, que andaba en amoríos con una viuda dueña de
una oficina salitrera, respondió enviando más barcos de guerra y nuevos
regimientos y designó como Jefe de Plaza al general Silva Renard. Por su parte,
los huelguistas realizaron un plebiscito, cuyo resultado fue pedir al gobierno
que los trasladaran al sur junto con sus familiares.
El día 20, se decretó el Estado de Sitio y
Silva Renard, personalmente, dio a los huelguistas un plazo de 24 horas para abandonar
la Escuela y regresar a la pampa. Los Cónsules de Argentina, Bolivia y Perú,
pidieron a sus connacionales que hicieran abandono de la Escuela, pues el
general iba a cumplir la orden de desalojo y querían evitar futuras
reclamaciones diplomáticas, por las consecuencias que pudiera acarrear dicho
acto. Nadie se movió, ni un solo hombre abandonó la Escuela. Mientras tanto en
la pampa, en el Cantón de Negreiros, se había producido el primer choque entre
los huelguistas y el regimiento Carampangue; la noticia llegó al puerto junto
con los heridos; esto creó un clima de efervescencia entre los huelguistas. Se
ordenó el desembarco de la marinería y del grupo de Artillería de Costa. Tropas
del Ejército y Marinería rodearon estratégicamente la Escuela Santa María,
procediéndose a emplazar ametralladoras. Las familias ricachonas pedían a las
autoridades les permitieran refugiarse en los barcos surtos en la bahía. Tal
era el clima el día 20 de Diciembre de 1907. El Sábado 21 de Diciembre a las
3.30 de la tarde el general Silva Renard se acercó de nuevo a la Escuela,
acompañado del Corneta y dio un plazo de 5 minutos para que los obreros la
abandonaran y se concentraran en el Sporting Club; cumplido el plazo, iba a
proceder a desalojarla. Los obreros se mantuvieron firmes en sus posiciones y
vino la primera descarga de fusilería, la que fue contestada por los obreros
con algunos tiros de revólver. Se ordenó entonces, cargar a la bayoneta y como
esto tampoco fuera suficiente para aplastar a los bravos pampinos, entraron en
acción las ametralladoras, entonando una sinfonía trágica, cuyos acordes se
dejaron sentir por espacio de cinco minutos. Terminado el fuego y entre doble
fila de lanceros a caballo, se empujó a los que quedaron con vida hacia el
Hipódromo, lugar hacia donde apuntaban los cañones de los barcos de guerra.
Al día siguiente, el gobierno y los
salitreros, pusieron trenes para llevar de retorno a los huelguistas hacia la
pampa, tratando de ésta manera de obligarlos a volver al trabajo.
Pero la masacre no había terminado.
Faltaba la segunda parte de ella. Había que dar un duro escarmiento a los
obreros; la burguesía y el gobierno no vaciló en hacerlo.
La mayor parte de los carros que se
pusieron fueron los llamados carros planos, sin barandas, en los que se
cargaban los sacos de salitre; allí iban hacinados hombres, mujeres y niños. La
"pijería" del puerto, "los hijos de su papá", habían
organizado una milicia armada para ayudar a mantener el "orden";
cuando el tren iba saliendo del puerto rumbo a la pampa, los "pijes",
atrincherados en las calicheras abandonadas dispararon a mansalva sobre los
obreros y sus familiares. A éste nuevo crimen, "los pijes" lo
llamaron, "Palomear Rotos". Muchos obreros que se negaron a ir en el
tren, quizás presintiendo la nueva masacre, y los que abandonaron el tren sobre
la marcha cuando eran baleados, emprendieron el camino de retorno a pie, con lo
que quedaba de los suyos.
Hay que conocer la pampa para tener una
idea aproximada de lo que significó el regreso de los pampinos junto con sus
compañeras e hijos. Sin agua, a pleno sol y ¡como quema el sol en la pampa!,
caminando kilómetros y kilómetros a pampa traviesa, por la arena, subiendo y
bajando cerros, hasta llegar al puerto y luego el regreso, derrotados en sus
aspiraciones, con el recuerdo de dos masacres mordiéndoles el corazón, con los
puños apretados y las lágrimas corriéndoles por sus mejillas, como expresión de
ira impotente, frente a la injusticia, al crimen contra ellos cometido.
Así fue la matanza de Santa María, cantada
después en los versos de la canción "La Pampa" por Francisco Pezoa y
en la que se cubrieron de "gloria" el presidente Montt, su ministro
Sotomayor, el general Silva Renard y el Intendente Eastman.
El 28 de Diciembre, Rafael Sotomayor dirigía
al Intendente Eastman la siguiente comunicación: "Señor Intendente, en
estos momentos me percibo que no se ha enviado a Ud. el telegrama acordado, tan
pronto como se tomó conocimiento del desenlace de la huelga, o mejor dicho, del
motín, aprobando a nombre del gobierno sus procedimientos y la actitud del
señor Silva Renard y demás jefes que cooperaron a su obra. La opinión pública
comprende que el extremo ha sido doloroso, pero que lo imponía la necesidad
ineludible de cumplir con el deber primordial de afianzar el orden y la
tranquilidad pública. Hágalo así presente al señor General, a nombre del
gobierno. Las voces aisladas de protesta que se han levantado, no han tenido
eco como puede Ud. verlo por las apreciaciones de toda la prensa seria".
Pero las banderas ensangrentadas de la
Mancomunal Obrera y de las Asociaciones en Resistencia no se iban a arriar tan
fácilmente. No, ellas siguieron flameando al viento de las luchas
reivindicativas de las masas, empuñadas cada vez con mayor firmeza por las manos
callosas de los trabajadores. Sin embargo, años más tarde, la agudización de la
lucha interna entre las corrientes del "radicalismo obrero" y la
"democracia proletaria", fue minando poco a poco la existencia misma
de la Mancomunal, extinguiéndose ésta a fines de 1912.
Al desaparecer la Mancomunal Obrera,
desapareció con ella una de las más poderosas centrales sindicales que hayan
tenido los trabajadores chilenos. Su trayectoria marca brillantes páginas de la
historia del movimiento obrero. Junto con ser la primera central sindical de
los trabajadores chilenos, y a pesar de la falta de principios doctrinarios
definidos, supo imprimir a los movimientos reivindicativos un carácter
centralizado y un accionar combatiente, a través de la acción directa, herencia
que recogerán más tarde los cuadros de la Gran Federación Obrera de Chile, la
Federación Obrera de Chile (F.O.CH.) y en cierta medida, los cuadros de la
I.W.W. y la C.G.T.
CANTO A LA PAMPA
Canto a la pampa la tierra triste
réproba tierra de maldición
que de verdores jamás se viste
ni en lo más bello de la estación.
En donde el ave nunca gorjea
en donde nunca la flor creció
ni del arroyo que serpentea
el cristalino mullir se oyó. (bis)
Años tras años por los salares
del desolado Tamarugal,
lentos cruzando van por millares
los tristes parias del capital.
Sudor amargo su sien brotando
llanto en sus ojos sangre en sus pies
los infelices van acopiando
montones de oro para el burgués. (bis)
Hasta que un día como un lamento
de lo más hondo del corazón
por las callejas del campamento
vibró un acento de rebelión.
Eran los ayes de muchos pechos,
de muchas iras era el clamor,
la clarinada de los derechos
del pobre pueblo trabajador. (bis)
Vamos al puerto dijeron vamos
con un resuelto y noble ademán
vamos a pedirles a nuestros amos
otro pedazo no más de pan. (bis)
Y la misérrina caravana
marchando lenta, lenta se ve
la amante esposa, la madre anciana
y el inocente niño también. (bis)
Benditas víctimas que bajaron
desde la pampa llenas de fé
y a su llegada lo que encontraron
plomo y metralla tan solo fué.
Baldón eterno para esas fieras
masacradoras sin compasión
queden manchadas con sangre obrera
como un estigma de maldición. (bis)
Pido venganza para el valiente
que la metralla pulverizó
pido venganza para el doliente
huérfano y triste que allí quedó
Pido venganza por la que vino
de los obreros el pecho abrir,
pido venganza para el pampino
que allá en Iquique supo morir. (bis)