Así como un centenar de años han visto acumular una extensa bibliografía para dar cuenta de las cíclicas crisis del marxismo, después de 150 años, la obra de Marx y Engels, es un clásico donde se ubican claramente elementos de comprensión del presente. La vigencia de sus pensamientos tomó nuevos bríos, especialmente después de la crisis económica desencadenada a partir del año 2008, que llevó a personas de todo el mundo a buscar El Capital en librerías y bibliotecas, con el interés de encontrar en este texto, claves de comprensión de la sociedad contemporánea. Todos sabemos, que al poco tiempo, la prensa mundial desde Nueva York hasta Tokyo, hablaba de que Marx era elegido uno de los grandes pensadores de todos los tiempos. Y ¿cómo dudar de ello al adentrarse en sus obras?, sus estudios al dar cuenta, por ejemplo, del capitalismo como un sistema irracional, anárquico, que vivencia ciclos de crisis permanentemente, que adquiere un carácter mundial, que genera y requiere de un ejército industrial de reserva, que las relaciones sociales entre personas pasan a ser mediadas por el intercambio entre cosas, o del papel del crédito como medio para compensar las cuotas de ganancias, entre otros aspectos, anticipan algunos de los trazos que caracterizan la sociedad capitalista en la actualidad.
Por mucho tiempo pensamos que se había dicho todo de Marx y Engels, pero las actuales investigaciones hablan de que existen nuevos manuscritos en alemán que ayudan a entenderlo de una manera más completa, la edición Mega 2 es imprescindible para ello (1). En español se requiere editar y reeditar obras que permitan completar las publicaciones existentes. Aquello, es un desafío importante que favorecería el regreso de los textos de Marx y Engels en librerías para ofrecer la obra completa a las nuevas generaciones.
De la obra marxiana conocida, es sabido que, aun con sus anticipaciones geniales, no podían ir más allá de su tiempo histórico y entregarnos elementos de comprensión para todos los problemas de la actualidad. Sin embargo, sus continuadores, han desarrollado también muchos aspectos nuevos, emanados de las contradicciones del movimiento socio-histórico. Los seguidores dieron forma a un campo marxista surgido desde fines del siglo XIX, donde se configuraron tradiciones diversas en su interior, que, así como enriquecieron las contribuciones de Marx, también las autolimitaron. Entre algunas de estas corrientes podemos mencionar el austromarxismo, el marxismo occidental que inauguran obras como las de Lukács y Korsch, el marxismo de Antonio Gramsci y Walter Benjamin, dos pensadores entre los más estudiados hoy en el mundo, el marxismo-leninismo, el marxismo de Mariátegui, el de la escuela de Frankfurt, el de la escuela de Budapest, la corriente trotskista, la maoísta, el marxismo existencialista, el althusseriano, el marxismo del Che, de la teoría de la dependencia, el marxismo de la teología de la liberación, el marxismo analítico y el marxismo político con figuras como Hellen Wood o Robert Brenner, y cada una con sus propios matices y debates, lo que demuestra que la herencia marxista es abierta, plural y responde –de peor o mejor modo- a las tensiones y desafíos que colocan las nuevas contradicciones socio-históricas.
La sociedad contemporánea da señales de una crisis estructural del capitalismo, que a diferencia de las crisis del pasado, en la actualidad se manifiesta como universal y de impacto global que pone en riesgo la sobrevivencia del planeta. Hoy, más que civilización, el sistema capitalista ofrece barbarie para el mundo, y ello se expresa de múltiples modos, por ejemplo, a través de las crecientes desigualdades entre países y al interior de estos, la hambruna de poblaciones que coexiste con la producción en abundancia, la precarización del trabajo y el desempleo estructural, la acción de los Estados que interferidos por intereses económicos, entre otras cosas, desmantelan derechos ciudadanos universales, incrementando ayudas asistenciales y focalizadas para reducir y controlar la pobreza, o aumenta los obstáculos para la inmigración hacia los países centrales. Las brutales guerras son otra expresión de la barbarie ya que, a la vez que movilizan la industria de armas y el crecimiento económico, se justifican en nombre de la libertad, la democracia, la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico y la estabilidad social, y por causas humanitarias, escondiendo intereses de dominio geopolítico o económico, todo esto amparado por una firme alianza entre grupos dirigentes del Estado y capitales, que, en otro ámbito, viene siendo exitosa para los intereses de las transnacionales porque se permite sobreexplotar y controlar en pocas manos las riquezas naturales. Pero es nefasta para el conjunto de la humanidad debido a los altos niveles de contaminación y al agotamiento de las fuentes de recursos naturales, todo lo cual impacta creciente y negativamente sobre la biosfera. Lo anterior, son algunas señales que apuntan a mostrar que esta formación social no asegura el desarrollo y la emancipación para la humanidad, y que contiene la tendencia para llevar a la autodestrucción al planeta. Con todo ello, el marxismo sigue contando con un objeto para analizar, y generar una crítica radical al capital. Pero, a la vez, puede aportar a crear alternativas globales que bosquejen un nuevo orden social.
La incipiente revitalización de los movimientos sociales desde mediados de los años 90, y que adquiere mayor fuerza después del 2000, pone temas que parecen mostrar el camino para superar las limitaciones de las organizaciones colectivas de viejo cuño en todo el mundo. En Chile, han sido las movilizaciones de trabajadores del cobre, de las forestales, de la pesca, del Estado, de los ciudadanos de las regiones de Punta Arenas, de Aysén, de Calama, de los pobladores sin techo y del pueblo mapuche, entre otras, las que han mostrado la necesidad de organización y lucha por demandas sociales. Pero especialmente ha sido la movilización de los estudiantes, la que ha marcado el punto más alto en los últimos años, de ascenso de la crítica al neoliberalismo y ha puesto nuevamente a Chile en el escenario internacional, como un ejemplo de creatividad y organización, y de que las promesas de inclusión, integración y equidad no fueron posibles de realizar bajo el neoliberalismo. Los movimientos sociales, al levantar sus demandas y caminos a seguir, además de nutrirse del sentimiento de injusticia que vivencian, requieren teorías potentes para analizar y transformar su mundo. En esta tarea, si bien el marxismo no otorga todos los análisis y respuestas, es imposible prescindir de él si es que se quiere realizar una crítica a la raíz del orden social capitalista.
Recordemos que Chile fue conocido mundialmente gracias al proceso cristalizado por la Unidad Popular, el cual contó con la inserción del marxismo en la discusión académica y en la organización político-social. Hoy, vuelve a ser nombrado internacionalmente por la esperanza de transformación social que abren las nuevas generaciones, y en este contexto, los marxismos en el siglo XXI se enfrentan al desafío y la urgencia de ofrecer claves de interpretación y contenidos teórico-políticos a este proceso social, que esperamos, pueda construir un Chile profundamente democrático e igualitario.
Por Paula Vidal Molina
Doctora en Serviço Social Universidade Federal de Río de Janeiro. Académica Universidad de Chile.
(1) Ver “Tras las Huellas de un Fantasma: la actualidad de Karl Marx” de Marcello Musto. Siglo XXI. 2011.
_____________________________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario