miércoles, 8 de marzo de 2023

María Galindo: Intelectual Orgánica de Nuestras Américas.


Por Gonzalo Ossandón Véliz.

Mujeres Creando es una organización feminista boliviana que nació el año 1992, en un contexto histórico en donde el modelo neoliberal en América Latina, luego de años de violencia y vejámenes impunes, se consolida como hegemónico a través de ciertos consensos sociales alcanzados entre las clases dominantes y aquellos partidos políticos que asumieron la tarea de gobernar y administrar lo obrado por las dictaduras cívico-militares que las antecedieron, pregonando sobre la libertad y la igualdad de derechos, principalmente sobre libertades individuales para poder consumir y endeudarse. Privatizando nuestras vidas y recursos naturales bajo el emblema del sueño americano del progreso y el desarrollo económico, acompañado de la moral y de los valores cristianos que heredamos de nuestros conquistadores.

 Este colectivo de mujeres precisamente nace cuestionando esta oferta neoliberal, surge criticando aquellos supuestos naturalizados y su conservadora moralidad, combinando en su quehacer, la política concreta, la intervención artística y la interpelación directa al poder y a toda forma de institución.

“Somos indias putas y lesbianas juntas, revueltas y hermanadas” [1] . Eso quiere decir que nuestra organización empieza por romper el criterio homogeneizante con el que las organizaciones sociales del continente se han ido construyendo, que es entender la organización política como la suma de iguales. No caímos en esa trampa y nos juntamos entre quienes les está prohibido hacerlo. Somos una construcción compleja de sujetos políticos heterogéneos, conectados unos con otros por sueños y rebeldías comunes. (Galindo, 2015 p.27).

Se trata de un movimiento político, social y cultural, autónomo y autogestionado, que debido a su praxis iconoclasta e irreverente se ha convertido en referente de rebeldía para las mujeres bolivianas y para las diferencias marginadas del statu quo. Se organizan sin jerarquías, rechazan la propiedad privada y buscan romper la división del trabajo manual, intelectual y creativo.

Una de sus fundadoras es María Galindo. Nacida en 1964, psicóloga, comunicadora, lesbiana, grafitera y militante feminista. Es integrante además de la emisora ​​radial Radio Deseo, conduce el programa “Mi garganta es un órgano sexual”, participa además en la revista Mujer Pública y es autora de los libros “A Despatriarcar”, “Ninguna Mujer nace Puta” y su última publicación que lleva por título “Feminismo Bastardo”.


Galindo parte impugnando y desconociendo que el feminismo tiene una sola genealogía, considera que no existe un solo feminismo, más bien hay varios y complejos feminismos. Esta sostuvo pone en cuestión al feminismo occidental, eurocéntrico, que se relata como único y que supone que las luchas de las mujeres parten después de surgir el Estado moderno burgués. Este feminismo que nace en la academia europea, tiene como ícono de la mujer liberada con derechos, a la blanca, urbana y heterosexual, y visualiza a las mujeres que no entran a esta categoría como víctimas. Este tipo de feminismo, para María, contiene en sus entrañas una visión colonial.

Para Galindo, el feminismo es hoy un fenómeno planetario y existen muchos feminismos, cada uno de ellos vinculados con las luchas ancestrales de las mujeres en todas partes del mundo, que han sido simultáneas y paralelas. Por lo tanto, cada feminismo cuenta con una visión propia con prácticas políticas y teorías propias. Son múltiples feminismos que luchan por justicias concretas y cotidianas. Por eso es preciso asumir que el feminismo en América Latina es vasto, disperso y múltiple.

No es un movimiento sino muchos, no tiene cabezas visibles, ni teoría única que lo aglutine o contenga (…) El criterio de homogeneidad desde donde aparece ser que nos podemos agrupar es una trampa; porque simplifica la lucha, porque homogeniza lo que no es posible de homogeneizar, porque reduce los horizontes de lucha y además separa una realidad de otra. Es una de las trampas más peligrosas porque nos impide relacionar racismo con explotación u homofobia con racismo y así sucesivamente. (Galindo,2015. p.28-27).

Analizando lo que ha estado sucediendo en el feminismo latinoamericano, Galindo nos plantea una fallida revolución feminista, para criticar la institucionalización tecnócrata de género y feminismo, y también para provocar el repensar del lugar que deben asumir los feminismos en la lucha social.

Esta revolución fallida ha consistido en que la categoría género se ha devorado al feminismo, tratando de anular su poder subversivo. Esto ha sido impulsado por instituciones y ongs coloniales que han promovido la tecnocracia de género neoliberal en el continente. El ícono colonialista que representa la fusión entre neoliberalismo, género y desarrollo es Bachelet. Para Galindo, se trata una fusión tóxica, enlatada que no permite deliberar, y que busca reguardar los paradigmas coloniales extractivistas del status quo neoliberal. Su agenda institucional consiste en la igualdad entre géneros, invisibiliza las diferencias de clases, de edad, de origen cultural, de estado civil, de opción sexual, entre otras. Y les resulta muy útil y amoldable a los gobernantes para incluirlas en sus políticas públicas y así cumplir con los parámetros internacionales consensuados. El discurso de la igualdad se convierte así en una trampa, en una especie de jaula en la que domestica las luchas feministas, y es por eso que los feminismos deben salir de esto.

La relación de confusión entre mujeres y género ha dado lugar al hecho de que con tan solo el uso de la palabrita basta para no calar donde hay que hacerlo, es decir, en la interpelación de relaciones de poder patriarcales. Si se habla de género, perspectiva de género o equidad de género basta, aunque ninguna de estas asegura la interpelación real de las relaciones de poder. La categoría de género se ha convertido en una retórica tramposa y maquilladora, que contribuye a un proceso de confusión política. Se ha convertido en parte del proyecto colonial orquestado por la cooperación internacional y ha sido muy útil para el uso de las mujeres como soporte del proyecto neoliberal a escala continental. (Galindo, 2015. p. 29).

Junto con la aplicación de esta política aparece la figura tecnocrática de la experta en género, una generación completa de especialistas en la materia, que no vinculan la categoría género con la matriz ideológica del feminismo y que tampoco vinculan dicha categoría con el análisis de relaciones de poderes patriarcales. Por lo tanto, no genera ni lucha social ni pensamiento, se ocupa de estandarizar e imponer sutilmente ciertas categorías de análisis, reduce las luchas feministas a formas de intervención estatal que las despolitizan y llegan a distorsionar completamente su contenido.

Son equipos de “traductoras” que lo que hacen es asimilar los parámetros de interpretación de la pobreza, la democracia y las relaciones norte-sur en los términos de los grandes organismos internacionales y construir en ese proceso de asimilación y de traducción verdaderos blindajes teóricos tecnocráticos que encapsulan la categoría de género dentro de los parámetros más conservadores que nos podemos imaginar. Tanto que la categoría de género es hoy inocua, “apolítica”, antiséptica y de seguro de uso al interior de políticas de desarrollo que protegen los intereses de las transnacionales, políticas del banco mundial, de las naciones unidas o de cualquier agencia de cooperación gubernamental. (Galindo, 2015. p. 30).

¿Descolonizar el feminismo?

María, nos propone esta interrogante para transitar hacia un más allá del feminismo decolonial, considerada como la tercera ola del feminismo y que en su propuesta epistemológica articula la raza, la etnia, la clase y la sexualidad contra la colonización y la colonialidad del poder y del sable. Para ella, le resulta absurdo plantearse la descolonización del feminismo, ya que esto significaría en constituirse en una prolongación tardía de un movimiento particular. De lo que se trataría, es de la redefinición del feminismo, planteó una visión planetaria del feminismo, cuyo punto de partida no es el feminismo ilustrado. Ya que considera que los principales referentes históricos, filosóficos y artísticos son eurocéntricos y coloniales, y que la academia no tiene el monopolio de la construcción del saber, pues hay saberes no académicos y antiacadémicos que son fundamentales para la construcción del saber.

El punto de partida para Galindo, es el feminismo intuitivo, como aquella desobediencia personal que surge de sus decisiones existenciales instaladas en su cotidiano, que responde ante problemáticas concretas. No es ideológico, pero tiene la capacidad de leer las experiencias existenciales. Por lo tanto, lo que urge es asumir la tarea de una lectura feminista de nuestra historia, de nuestras cosmovisiones y de nuestro tiempo y lugar político, sin pretender ser calco ni copia. De redefinir al feminismo como un conjunto de luchas colectivas e individuales protagonizadas por las mujeres contra toda naturaleza de mandatos patriarcales en las diferentes épocas y contextos sociales y culturales.

Hay otras formas de lucha y la lucha feminista es parte de la lucha de descolonización, pero al mismo tiempo pone en cuestión los presupuestos de la descolonización a partir de la propuesta de despatriarcalización.

Despatriarcalización: “la nueva normalidad es la vieja sumisión” [2] .

La despatriarcalización es un concepto que nace en el proceso constituyente boliviano [3] , como una forma de intervenir la visión de descolonización masculinizada que se estaba planteando. Es un punto de partida, un método y una utopía. Tiene la facultad como concepto de abrir un horizonte de cambio hacia futuro, se asume como tesis subversiva alterna a la de confluencia de los feminismos. La despatriarcalización representa una nueva reinvención del feminismo entero porque supone al mismo tiempo un horizonte de lucha no liberal, ni de inclusión dentro del patriarcado sino de desmontaje de éste como estructura de poder.

El patriarcado se expresa a partir de estructuras históricas y sociales específicas, que han mutado para preservar su dominación y que anteceden a los de la colonización. Por esto es que resulta muy importante romper con el mito de la descolonización masculinista de que la dominación patriarcal llegó con los españoles en los barcos y que por lo tanto lo indígena se exime de ser patriarcal.

En una historia masculinizada donde se entremezclan los héroes de un lado y del otro en un confuso panorama de proezas, aquello que queda sumergido y oculto es la relación entre colonialismo y patriarcado. Quedan ocultas las continuidades entre las instituciones patriarcales precoloniales y las instituciones patriarcales coloniales y el papel que jugaron en el proceso de consolidación de la conquista y el largo colonialismo (…) la relación entre patriarcado y colonialismo es un capítulo ineludible para el feminismo latinoamericano. Un capítulo que nos abre comprensiones fundamentales sobre la relación directa entre el colonialismo y la opresión de las mujeres. (Galindo, 2015. p.36-35).

Galindo acusa la existencia de un pacto patriarcal de silencio sobre la subordinación de las mujeres al interior de la intelectualidad, tanto de aquella que reivindica al hispanismo como también de aquella que se encuentra reescribiendo masculinizadamente las hazañas de la resistencia indígena.

Y aquí la carencia en la que incurren no es únicamente sobre la omisión del lugar que ocuparon las mujeres en un proceso de colonización, sino sobre la misma colonización, que no podemos comprender sin comprender los códigos que el colonialismo introduce en la mirada sobre el cuerpo de las mujeres como parte fundamental del botín colonial. (…) es precisamente la relación entre colonialismo y patriarcado la que nos va a permitir entender muchas continuidades entre un mundo precolonial y un mundo colonizado. (…) el colonialismo produce una combinación particular de la jerarquía varón-mujer, con la jerarquía racial étnica dando como resultado la existencia de una compleja tipología racializada de hombres y de mujeres. Esta fusion entre colonialismo y patriarcado es una matriz estructuradora de todas las relaciones sociales, sin que nadie quede a salvo. (Galindo, 2015. p. 36)

El patriarcado no es un todo compacto, opera en diferentes capas de dominación que se superponen y que históricamente han condicionado las relaciones sociales, las que en nuestra contemporaneidad se expresan en una serie de consecuencias. Una de sus principales, es la reglamentación del contrato sexual entre hombre y mujeres y la reproducción, que se basa arriba en el control sobre el cuerpo de las mujeres y que ha tenido como resultado, un disciplinamiento colonial del deseo erótico sexual, controlado subterráneamente por normativas que buscan consolidar el colonialismo en una alianza patriarcal entre el conquistador y el conquistado, garantizando así su continuidad hasta nuestros tiempos. Es por esto que María, se denomina al mestizaje como un verdadero bastardismo, ya que la mezcla de la cual somos resultado,

Si tuviéramos que escribir en estas tierras un génesis, éste debería empezar con la palabra violación. La primera escena de creación que contemplaríamos no sería la de Adán y Eva, jugando en el paraíso, sino de la violación de nuestra madre, por parte de nuestro padre. Tenemos un vínculo directo con la violada y tenemos un vínculo directo con el violador y ante el horror de origen, lo que se ha hecho es sustituir esa escena con una fábula maniquea que ablanda los complejos y maquilla las cicatrices.

Lo que es fundamental es caracterizar el patriarcado latinoamericano como una estructura colonial que establece la jerarquía racial sexual. (Galindo, 2015. p. 40).

Galindo nos propone desnudar nuestro mito fundador como latinoamericanas y latinoamericanos. Asumir el bastardismo, nos permite reconstruirnos identitariamente con lo que realmente somos. Somos masas de parias, de seres humanos que los Estados-Naciones fundados sobre bases coloniales liberales, margina, explota, oprime, estigmatiza e invisibiliza. Esto nos facilita zafar de la posición de víctima y adoptar una posición transformadora, que se hace cargo de sus heridas para resolverlas, cortando de raíz el abuso y el sometimiento histórico. Una revolución verdadera. Es por eso que no se puede descolonizar sin despatriarcalizar y viceversa.

La revolución feminista tiene nombre propio: despatriarcalización.

María nos plantea que, en los múltiples escenarios latinoamericanos actuales, se ha demostrado que las mujeres han asumido una actitud de despatriarcalización, un verdadero movimiento subterráneo que proviene de las mujeres populares, desde abajo hacia arriba, y que sucede todos los días. Se trata de aquellas conexiones de desobediencia y de insubordinación, que luchan por la soberanía personal, corporal y afectiva. Que interpretan las violencias sobre el cuerpo en clave colonial y que, al rechazar la confluencia en torno a las ideas de igualdad e inclusión, les permite continuar en actitud de revuelta.

La propuesta subversiva de María Galindo, es provocadora y elocuente, y consiste en producir política concreta, entendida como aquella lucha cotidiana por producir justicia, que es personal y que también consiste en organizarse colectivamente para constituir verdaderas fábricas de producción de justicias. Esto resulta urgente y necesario ya que los Estados-Naciones patriarcales y coloniales, han sido incapaces de administrar justicia y no podemos pretender que lo hagan, por eso se precisa de inventar otras justicias y de producirlas.

Así, la política concreta, es entendida como el arte de traducir las ideas de una determinada concepción del mundo, en formas concretas de lucha, útiles, formas de lucha aunque concretas para que puedan ser pequeñas, cotidianas. Y en dichos actos, el rebelarse tiene que ver con la capacidad de convertir el dolor en alegría, la pérdida en rabia, de convertir la sumisión en desobediencia, en un estado de sublevación ante aquellas relaciones que se han convertido en intolerables. Asumir una determinada concepción del mundo es asumir una determinada posición política que se refleja en tus prácticas políticas como en tus reflexiones teóricas.

En este quehacer cotidiano y productivo, la creatividad debe ser usada como herramienta fundamental de lucha tanto en la satisfacción de las necesidades como en la interpelación constante a los poderes, esto porque todo cambio social es un hecho creativo, que cambia las relaciones sociales refundándolas, desordenando el orden simbólico que las determina, construyendo lenguajes y saberes propios.

La Mirada de María:

Ante los ojos de Galindo, vivimos en un orden capitalista y colonial a nivel mundial, dominado por poderes supraestatales y transnacionales, compuesto por cúpulas semigubernativas planetarias en donde no existen los Estados soberanos, sino más bien Estado-Naciones extractivistas y opresores, que funcionan como administradores del proyecto colonial, siendo los operadores secundarios de sus políticas.

Debido a que estos Estados no son soberanos, en la lucha por ir resolviendo problemas ha ido ganando fuerza y ​​sentido las geografías, las luchas regionales y locales, en donde el extractivismo está siendo entendido como lo que es, un despojo. Y en donde nuestras generaciones están experimentando una afectación inédita, ya que nuestra relación con el Estado está cambiando, cuestionado por su legitimidad y capacidad de acción, se ha ido redefiniendo el campo político y ubicándose en lo cotidiano, ya no restringido al poder de la gestión del Estado, poniendo en tensión nuestros cuerpos, hábitos y sensibilidades.  

Sin embargo, nos advertimos que simultáneamente a este proceso, se está orquestando un reposicionamiento a escala mundial, de un nuevo tipo de fascismo, que está transitando desde un neoliberalismo que ofreció una democracia liberal a un neoliberalismo fascista de fundamentalismo cristiano.

Esta situación se vuelve aún más preocupante, si consideramos que el capitalismo se encuentra en una fase de ecocidio decantado, en donde la pandemia es una consecuencia y no una causa, del modelo colonial capitalista. La pandemia es un hecho político de evento planetario que no surge ni se resuelve en un laboratorio de microbiología.

Para Galindo, actualmente padecemos de cinco pandemias, agregando a la provocada por el Coronavirus, a la corrupción, a la violencia machista, al fascismo y a la pobreza. Todas estas las venimos viviendo con anterioridad a la del virus, pero en los últimos años se han ido recrudeciendo con las cuarentenas, el inmovilismo y el distanciamiento social.

Lo que está claro es que el coronavirus, más que una enfermedad, parece ser una forma de dictadura mundial multigubernamental policíaca y militar. El coronavirus es un miedo al contagio. El coronavirus es una orden de confinamiento, por muy absurdo que este sea. El coronavirus es una orden de distancia, por muy imposible que esta sea(…) donde lo único que está permitido es que vayamos a trabajar (…) es un instrumento que parece efectivo para borrar, minimizar, ocultar o poner entre paréntesis otros problemas sociales y políticos que venimos conceptualizando. (Galindo, 2020. p. 120).

El miedo al otro, como portador de contagio, del que hay que distanciarse, tiene consecuencias bien peligrosas, como la psicosis colectiva que hace que la otredad se vuelva indeseable, y permite que después esta misma sensación paranoica se pueda traducir fácilmente a la negra, al negro, a la prostituta, al extranjero, a la trabajadora del hogar, a la persona trans, a la comerciante ambulante, etc. El temor al otro opera como justificación para el fascismo, para volver hegemónico el miedo higiénicamente legítimo y sanitariamente bioseguro, en donde el juntarnos y reunirnos resulta ser lo inseguro.

Por otra parte, los Estados han manejado pésimamente la pandemia en varios sentidos, pero que al menos caben señalar entre algunos, a la deficiente y deplorable situación hospitalaria y de salud pública en general que históricamente padecemos, y la respuesta individualista ante la pandemia y ante la crisis económica que ha generado, promoviendo el “sálvense quien pueda” a través del endeudamiento. 

La deuda es el idioma que el neoliberalismo nos ha enseñado para desenvolvernos en el consumo y en el mundo de las necesidades. Esto es porque el modelo económico imperante se sostiene en base al endeudamiento que alimenta la especulación financiera y la acumulación de capital.

Es por eso que, las respuestas estatales ante las crisis económicas, han consistido principalmente en el endeudamiento individual, ya sea a través de préstamos o de nuestros propios ahorros, funcionando a su vez, como mecanismo de solución de distanciamiento social. Galindo nos propone ante esto, que la deuda sea resuelta colectivamente, socialmente y masivamente. Al igual que ante las distintas afectaciones que nos está dejando la pandemia.

Nuestra única alternativa real es compensar el contagio. Cultivar el contagio, exponernos al contagio y desobedecer para sobrevivir. No se trata de un acto suicida, se trata de sentido común. Pero quizás en ese sentido común esté todo el sentido más potente que podamos desarrollar. (…) ¿Qué pasa si ante la absurda, autoritaria e idiota respuesta estatal al coronavirus nos planteamos la autogestión social de la enfermedad, de la debilidad, del dolor, del pensamiento y de la esperanza? (…) ¿Qué pasa si pasó del abastecimiento individual a la olla común contagiosa y festiva como tantas veces lo hemos hecho? (Galindo, 2020. p.125-126).

Para Galindo la única opción que nos queda es cambiarlo todo, repensarlo todo. Escribir teoría, formular utopías, analizar hasta el cansancio y en nuestros propios términos todos y cada uno de los acontecimientos que nos rodean. Trazar horizontes de lucha capaces de llevarnos a la reconceptualización de todos y cada uno de los presupuestos teóricos tanto del feminismo como de la sociedad.

En este gran desafío epocal que nos plantea, considera que no sólo la descolonización y la despatriarcalización, sino también los movimientos ecológicos y animalistas, son vertientes políticas, filosóficas y también ideológicas que son transformadoras y por ende semillero de revoluciones. Que luchan por recuperar categorías, configurar estrategias de acción y por construir nuevos sujetos políticos.

María Galindo, es una pensadora contemporánea activa que, a través de los grafitis, el arte performativo y sus “barricadas” en Radio Deseo, hace de la interpelación al poder y la confección de utopías su praxis cotidiana, brindándonos lúcidas reflexiones que nos permiten con su frescura, desmantelar la mistificación de nuestra realidad, comprendiéndola de mejor modo y otorgándonos herramientas útiles para la transformación de las relaciones sociales en todas sus acepciones, hacia una nueva cultura, hacia una nueva sociedad. Una verdadera intelectual orgánica de Nuestras Américas.

Referencias Bilbiográficas :

Galindo, M. (2020). Desobediencia, por tu culpa voy a sobrevivir. Artículo publicado en La Sopa de Wuhan. Pensamiento Contemporáneo en Tiempos de Pandemia. Editorial ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio).

Galindo, M. (2015). La Revolución Feminista se llama Despatriarcalización. Artículo publicado en Descolonización y Despatriarcalización de y desde los feminismos de Abya Yala. Editorial ACSUR- Las Segovias. Cataluña.



[1] grafiti de Mujeres Creando.

[2] grafiti de Mujeres Creando.

[3] A propósito de la experiencia boliviana en la construcción del Estado plurinacional y la constituyente. Galindo, los considera como procesos fallidos, cargados de una gran retórica y expropiados por las estructuras conservadoras de los partidos políticos, que han impedido que las fuerzas sociales obtengan una verdadera autonomía. Sin embargo, sugiere abordar los procesos constituyentes como hemorragias de las crisis políticas y de sentidos en una sociedad, que posibilitan la apertura al debate, siendo el desafío no cerrarlo a lo institucional.Consejo que vale la pena escuchar a propósito de nuestra realidad nacional, que no consiste en sumarse a la participación institucional sino más bien, en aprovechar la apertura de estos debates en nuestras territorialidades, redactando inclusive nuestras propias constituciones.

 

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