El uso del derecho de voto y sus penosas consecuencias
El general Maximiliano Hernández Martínez, presidente por golpe de Estado, convoca al pueblo de El Salvador a elegir diputados y alcaldes. A pesar de mil trampas, el minúsculo Partido Comunista gana las elecciones. El general se indigna y dice que así no vale. Queda suspendido por siempre jamás el escrutinio de votos.
Los comunistas, estafados, se alzan. Estalla el pueblo el mismo día que estalla el volcán Izalco. Mientras corre la lava hirviente por las laderas y las nubes de ceniza cubren el cielo, Los campesinos rojos asaltan los cuarteles a machete limpio en Izalco, Nahuizalco, Tacuba, Juayúa y otros pueblos. Por tres días ocupan el poder los primeros soviets de América.
Por tres días. Y tres meses dura la matanza. Farabundo Martí y otros dirigentes comunistas caen ante los pelotones de fusilamiento. Los soldados matan a golpes al jefe indio José Feliciano Ama, cabeza de la rebelión en Izalco; después ahorcan el cadaver de Ama en la plaza principal y obligan a los niños de las escuelas a presenciar el espectáculo. Treinta mil campesinos, condenados por denuncia de patrón, simple sospecha o chisme de vieja, excavan sus propias tumbas con las manos. Mueren niños también, porque a los comunistas, como a las culebras, hay que matarlos de chicos. Por dondequiera rasquen la pezuñas de un perro o de un cerdo, aparecen restos de gente. Uno de los fusilados es el obrero zapatero Miguel Mármol.
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