En la madrugada del veinte de octubre de este año dos mil veinticuatro se ha desvanecido en el aire, definitivamente, la mirada y la voz de un hombre que pensaba. Es decir que usaba su cabeza para algo más que para llevar su jockey.
Un hombre que no solamente pensaba como una obligación ética, sino que pensaba por amor al pensamiento crítico, al pensamiento independiente y "busquilla". El pensamiento que nos libera de las cadenas que nos atan al pensamiento ya hecho, ya modelado y "explícalo-todo" que nos hace cómodamente sentarnos a esperar a que otros y otras piensen por nosotros y nosotras. Y luego nosotros y nosotras hagamos solo el ejercicio de interpretar lo ya pensado.
Antonio Gramsci y José Carlos Mariátegui estaban entre sus maestros y antecesores. Y eso mostraba en sus clases de filosofía en la Universidad de Chile, sede Valparaíso, en los años setentas. Militaba en el Partido Comunista desde muy joven, desde que era alumno del Liceo Eduardo de la Barra. Tuvo que salir al exilio durante la dictadura cívica-militar. Se doctoró en Historia en la Universidad de París. Regresó a Chile para fundar el Centro de Estudios de Pensamiento Iberoamericano (CEPIB) en la Universidad de Valparaíso (Ex Universidad de Chile, sede Valparaíso).
Así nos pedía pensar por nosotros y nosotras para hacer del marxismo un instrumento de análisis que no fuese una aplicación mecánica de un pensamiento generado en otra época y en otra realidad, sino un pensamiento propio para aplicarlo a nuestra realidad, en búsqueda de la creación de un "marxismo latinoamericano" libre de dogmas y profesiones de fe.
Lo conocí en París a comienzos de los años ochenta. Le había gustado un poema mío aparecido en la Revista Araucaria. Le regalé mi primer libro de poemas. Me hizo un comentario que me marcó para siempre. Me dijo tu poesía va metiendo a quien te lee en muy pocos frases, en un mundo, en una cotidianidad, que me recuerda a Julio Cortázar. Me mató Fernández porque Julio Cortázar, era uno de mis más queridos y admirados maestros. El poema que le había gustado (aún lo recuerdo) era el siguiente:
Lunes
a Cecilia
Por ejemplo
la ilusión de recibir una carta
darse vueltas por la fétida cocina
poniendo la tetera
secando unas cucharitas
abrir la ventana
poner la azúcar y el café y no mirar la escalera
guardando la ilusión
que allí haya una carta.
Recuerdo que esta conversación la tuvimos en un en un restaurant parisino de almuerzos de mediodía para oficinistas y estudiantes . Fernández me había invitado a ese lugar en particular por una situación que quería mostrarme. Ocurría que los manteles eran grandes pliegos de papel blanco. Cuando se retiraban los comensales, se retiraba el "mantel" y se suplía por otro nuevo. Pero lo particular ocurría cuando se pedía la cuenta. El garzón venía y sacaba la cuenta anotando lo consumido en el mantel al revés de él y al derecho del consumidor. Luego hacía la suma al revés. mirando los números al revés y anotando el resultado al revés (todo esto muy rápido). Fernández reía como un niño. Pude apreciar que el filósofo y profesor de sesudos temas filosóficos también era un niño.
A mediados de los ochentas hicimos una Conferencia Ideológica para la militancia de Gran Bretaña e Irlanda del Partido Comunista. El Comité Central del Partido envió al compañero Fernández a atender la reunión. De los grandes temas relacionados con los principios del marxismo-leninismo y los peligrosos rumbos que estaba tomando el eurocomunismo caímos más temprano que tarde en cuestiones locales que llevaban a peleas internas y descalificaciones. Allí Fernández mostró toda su pericia de ducho dirigente comunista ayudándonos a enfocarnos en los temas principales y no en los detalles menores que nos dividían.
Luego de esa reunión de 1985 lo volví a ver el año 2023. Habían pasado 38 años desde esa lejana tarde en que nos despedimos en la sala de conferencias que pertenecía al edificio donde muchos años antes otro comunista exiliado, tenía su oficina e imprimía un periódico clandestino que enviaba clandestinamente a su país. El diario era ISKRA y el comunista era un ruso que se llamaba Vladimir Ilich Lenin. En mejor compañía imposible.
El año 2023 fuimos con mi compañera y nuestra hija a ver a Fernández. Entramos en el departamento del noveno piso de calle General Cruz de Valparaíso. Abracé a Fernández. Conversamos. Esa conversación inspiró el poema que adjunto a esta nota Un hombre se desvanece en el aire.
Lo volvimos a visitar a Fernández a mediados de este año. Conversamos sobre el Partido. Me contó historias de cuando venían camaradas peruanos como superiores jerárquicos a llamarle la atención a los viejos del partido chileno por estarse alejando del dogma. La luz entraba a raudales en el dormitorio de Fernández. Y Fernández de a poco comenzaba a desvanecerse.
"Lo político forma parte de nuestro estar en el mundo. Para mi, pensar es pensar con los otros y pensar en los otros. Reflexionar críticamente acerca del mundo en que hemos sido lanzados" Osvaldo Fernández Díaz.
Escrito de Mauricio Redolés
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