miércoles, 17 de julio de 2024

José Martí: El autor intelectual del asalto al cuartel Moncada



“...si no hubiéramos conocido en los libros la teoría política de Marx y si no hubiéramos estado inspirados en Martí, en Marx y en Lenin, no habríamos podido ni siquiera concebir la idea de una revolución en Cuba, porque con un grupo de hombres ninguno de los cuales pasó por una academia militar no puede usted hacer una guerra contra un ejército bien organizado, bien armado e instruido militarmente: y obtener la victoria partiendo prácticamente de cero…” Fidel Castro

 

Por Guille
Editorial Popular La Pajarilla.

 José Julián Martí Pérez surge a la vida en la Habana, un 28 de enero de 1853. El contexto epocal del momento es de cambio, de convulsión, en nuestra América corren los vientos independentistas, son los años posteriores a Simón Bolívar, José de San Martín, del ejército libertador roncando por el sur del continente. Desde inicios del siglo XIX, la América Latina hervía de nacientes repúblicas y escaramuzas de reconquista. Sin embargo, la mayor de las Antillas se había convertido en el reducto del colonialismo español, un imperio en decadencia que se sostenía gracias a la industria azucarera y el trabajo de esclavos en la isla. Hacia 1872 sobre un total de 700 mil habitantes, 286.942 eran esclavos y 106.949 negros libres.[1]

    En esa Habana, por el año 1864, el poeta e intelectual cubano Rafael Mendive, ha solicitado adjudicarse la dirección de la Escuela de Instrucción Primaria Superior Municipal de Varones de La Habana, al año siguiente en 1965, José Martí hace ingreso a ese establecimiento a la edad de 12 años, destacándose en todas las áreas del saber. Mendive era un patriota cubano, en su hogar -donde funcionaba también la escuela- se realizaban tertulias y encuentros, se presentaban personas distinguidas en letras y en ciencias con el único y especial objeto de leer, estudiar y discutir las cuestiones más interesantes[2]. La escuela se trataba de una luz en la opacidad colonial, lugar de recreación del patriotismo y la cubanidad.

    En 1868 en toda Cuba se escucha el grito de Yara, los mambises comandados por Carlos Manuel Céspedes daban inicio a la insurrección por la independencia. En La Habana se seguía con expectativa los sucesos, y en la escuela de Mendive no serían ajenos a tales acontecimientos. La inquietud era generalizada, las noticias iban y venían, tampoco serían indolentes con la sangre de los insurrectos derramada por la represión bastarda. Un pasquín colonialista publicaría: cuatro gatos ilusos y mal armados han dado el grito de rebelión en Yara[3]. En este escenario, Martí se inicia en la escritura y le consagra su vida a la patria. Entre sus primeros versos se encuentra el poema Abdala de 1869:

 

Conquistador infame: ya la hora

De tu muerte sonó: ni la amenaza,

Ni el esfuerzo y valor de tus guerreros

Será muro bastante a nuestra audacia.

[...]

“¡Nubia venció! muero feliz: la muerte

Poco me importa, pues logré salvarla…

¡Oh! ¡qué dulce es morir cuando se muere

Luchando audaz por defender la patria!

Tras el grito de Yara, en La Habana los voluntarios españoles reaccionaron aumentando la represión, Mendive es detenido, luego deportado a España y la escuela San Pablo es cerrada. Pasa en este día [4 de octubre de 1869]un grupo de voluntarios ante la casa de los Valdés Domínguez, -Industria 122- y acusan a Eusebio y Fermín Valdés Domínguez, Manuel Sellén, Atanasio Fortier, Santiago Balvín y a Martí, de haberse burlado de ellos. En un registro por la noche los voluntarios ocupan una carta firmada por Martí y Fermín Valdés Domínguez, dirigida a su condiscipulo Carlos de Castro y de Castro, a quien tildaban de apóstata [renegado; traidor] por alistarse de oficial español y pelear contra su patria. Son detenidos bajo la acusación de infidencia.[4]

    En el proceso judicial abierto en contra de Fermín Valdés y José Martí, ambos compañeros por separado asumen la total responsabilidad de la carta, con el propósito de liberar al otro de los cargos, sin embargo, en pleno juicio Martí con 17 años de edad, captura toda la atención al acusar a España y a su régimen colonial, y defender el derecho de los cubanos a la independencia. Esta osadía le vale una condena de 6 años de presidio, a diferencia de su compañero Fermín al que le imputan 6 meses de arresto. Esta condena fue conmutada, luego de varios meses de trabajos forzados en las canteras de La Habana, por el destierro a España. Entre que abandona el calabozo para ingresar al presidio, escribe estos versos en su libreta:

 

En tí encerré mis horas de alegría

y de amargo dolor:

permite al menos que en tus hojas deje mi alma con mi adiós.

Voy a una casa inmensa en que me han dicho

que es la vida expirar,

la patria allí me lleva. Por la patria,

morir es gozar más.[5]

     Sin dudas que su vida se ha visto desde la temprana infancia y juventud vinculada al destino de la isla, siendo reprimido y acosado por el colonialismo, así también quisieron truncar sus capacidades intelectuales, y a pesar de todo, encuentra en sus compañeros de escuela el motor que le permite conspirar y traer un pedacito de esa patria que anhela a su presente, para saborearla y dar contorno a lo que luego definirá como una “guerra necesaria” de independencia.

    Hay un concepto que ha sido mencionado varias veces, que durante el siglo XIX recorrió intensamente los campos de batalla: la patria. Mi impresión, es que actualmente en Chile es percibida más bien ligada a la estética del movimiento popular de la revolución trunca (desde inicios del s.xx hasta el 73) y, por otro lado, también opera como concepto de hegemonía, de los sectores nacionalistas y de la llamada “familia militar”. Pero en Martí el concepto patria es concebido de manera distinta:

 

Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ése sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre. En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre: envilece a los pueblos desde la cuna el hábito de recurrir a camarillas personales, fomentadas por un interés notorio o encubierto, para la defensa de las libertades: sáquese a lucir, y a incendiar las almas, y a vibrar como el rayo, a la verdad, y síganla, libres, los hombres honrados.[6]

 

    En este párrafo dice Martí muchas cosas, pero mi interpretación es que hay 3 elementos que han trascendido hasta nuestros días y aún como necesidad, respecto de su visión de sociedad. El primer elemento sería relevar la dignidad de todas las personas, con todo lo que amerite y por sobre cualquier otro aspecto. El segundo, por sobre las camarillas o partidos de interés mezquino, la participación de los pueblos, masividad; y tercero, que estos pueblos buscan mejorar continuamente, al seguir la verdad, que sería el saber y la ciencia.

    Entre los años 1871 y 1875 se dedicó a estudiar en universidades europeas diversas asignaturas de derecho, filosofía e historia. En 1876 vuelve a Cuba bajo el nombre de Julián Pérez, luego se traslada a Guatemala, Honduras, vuelve a la Habana y el año 1978 es detenido por conspiración a favor de la libertad cubana y es deportado a España. A inicios de 1880 se instala en la ciudad de Nueva York, participando de inmediato en las actividades del Comité Revolucionario Cubano, además de trabajar como periodista y corresponsal de distintos medios latinoamericanos.

    En 1889 comienza la publicación de la revista “La edad de oro”, dirigida a los niños y niñas de nuestra América. Se trata de una revista orientada a estimular la reflexión y el pensamiento crítico, la historización de todo aquello que pareciera ser natural y es presentado como inmóvil porque “siempre ha sido así”. ¿Qué propósito encausa allí Martí, sino es la formación de las nuevas generaciones de Nuestra América? 

    Durante toda su estadía en NY, se dedica a organizar lo que desde 1892 se conocerá como el Partido Revolucionario Cubano, de atraer a distintos grupos a su encuentro, encargándose de la convergencia de todos los jefes militares y las fuerzas mambises. Martí es elegido el primer delegado de la organización, fundada con el objetivo de hacer la independencia de Cuba del colonialismo español, pero también del naciente imperialismo de EEUU. Dirá Martí por estas épocas: viví en el monstruo, y le conozco las entrañas, por lo que el plan de independencia del partido consideraba también necesario apoyar y promover la independencia de Puerto Rico, para frenar el ímpetu anexionista de EEUU.

    Escribirá el 3 de abril de 1892 en el órgano oficial del partido, el periódico “Patria”, lo siguiente: Nació uno, de todas partes a la vez. Y erraría, de afuera o de adentro, quien lo creyese extinguible o deleznable. lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura, lo que un pueblo quiere. El Partido Revolucionario Cubano, es el pueblo cubano.[7]

    El 29 de enero de 1895 el partido da la orden de insurrección, Martí llega a Cuba el 11 de abril y 4 días después, se le confiere el grado de mayor general. El 18 de mayo José Martí escribe a Manuel Mercado, la que sería su última carta: 

 

Llegué, con el General Máximo Gómez y cuatro más, en un bote, en que llevé el remo de proa bajo el temporal, a una pedrera desconocida de nuestras playas; cargué catorce días, a pie, por espinas y alturas, mi morral y mi rifle,- alzamos gente a nuestro paso; siento en la benevolencia de las almas la raíz de este cariño mío a la pena del hombre y a la justicia de remediarla; los campos son nuestros sin disputa, a tal punto, que en un mes solo he podido oir un fuego; y a las puertas de las ciudades, o ganamos una victoria, o pasamos revista, ante entusiasmo parecido al fuego religioso, a tres mil armas; seguimos camino al centro de la Isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dió, y se acató dentro, y debe renovar conforme a su estado nuevo, una asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas. La revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas que antes le opuso una Cámara sin sanción real, o la suspicacia de una juventud celosa de su republicanismo, o los celos, y temores de excesiva prominencia futura, de un caudillo puntilloso o previsor.[8]

 

    El 19 de mayo una columna española se moviliza cerca del campamento cubano, los insurrectos están en movimiento y establecen combate, a Martí se le ordena permanecer en su lugar, pero durante el combate se separa del contingente insurrecto y cabalgando va a dar con un grupo de españoles ocultos en el terreno, siendo alcanzado por 3 disparos mortales.

 

Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber- puesto que lo entiendo y tengo fuerzas con qué realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.[9]

 

    La “guerra necesaria” de Martí y el pueblo cubano contra el colonialismo español, ya se proyectaba a lo que sería una ocupación estadounidense de la isla, hasta 1909 fue ocupación militar, para luego convertirse en dominación económica y política. Por largas décadas la hegemonía de los EEUU mantuvo a Cuba tutelada, sin soberanía, y desde 1952 brindó soporte financiero y militar a la dictadura mafiosa de Batista, hasta que, como dice la canción, llegó el comandante y mandó a parar.

    El asalto al cuartel Moncada en el año 1953, en el 100 natalicio del apóstol de la revolución, desde esta perspectiva se inscribe como un hito en continuidad con la lucha histórica cubana por la verdadera e irrenunciable independencia. Una causa que es la que el pueblo cubano quiere. Es además un acierto de Fidel y los asaltantes del Moncada tomar la hebra histórica trazada por los mambises y José Martí, tal como lo señalase Fidel en la célebre autodefensa en el juicio contra los moncadistas, conocida luego como “La historia me absolverá”:

 

De igual modo se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio? Se impidió, además, que trajese a este juicio ninguna obra de consulta sobre cualquier otra materia. ¡No importa en absoluto! Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos.

[…]

Vivimos orgullosos de la historia de nuestra patria; la aprendimos en la escuela y hemos crecido oyendo hablar de libertad, de justicia y de derechos. Se nos enseñó a venerar desde temprano el ejemplo glorioso de nuestros héroes y de nuestros mártires. Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y Martí fueron los primeros nombres que se grabaron en nuestro cerebro; se nos enseñó que el Titán había dicho que la libertad no se mendiga, sino que se conquista con el filo del machete; se nos enseñó que para la educación de los ciudadanos en la patria libre, escribió el Apóstol en su libro La Edad de Oro: “Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que le pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado”.

[…]

Se declaraba, además, que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que oprimen a las naciones hermanas, encontrarían en la patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo.[10]

 

    Hay en Martí una sensibilidad que se suele interpretar como un espíritu de “sacrificio” por la causa justa, que manifiesta desde temprana edad, y que inspiró a Fidel y los moncadistas el 26 de julio de 1953. A decir de Armando Hart, la ética martiana vincula la inteligencia, la bondad y la felicidad. La felicidad estaría en hacer un bien a los demás.

    Me gustaría tratar de reinterpretar esta sensibilidad, dándole una vuelta más a la tuerca del espíritu de “sacrificio”, tan imputado a José Martí. Convengamos en que comúnmente se comprende que cuando yo doy o hago un bien a alguien, estoy perdiendo, renunciando o “sacrificando” algo, como si me estuviese empobreciendo. Desde el sentido común neoliberal, dar o hacer un bien sin obtener algo a cambio, sin una ganancia, es un pecado que los adoradores del dios mercado no perdonan. Sin embargo, desde una perspectiva de la filosofía de la praxis, cuando hago un bien y doy algo, en realidad estoy desplegando mis capacidades, reconfiguro mis movimientos y me cualifico cada vez que lo hago. En el acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder[…] Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad.[11]

    Entonces, en sentido martiano, se puede comprender la urgencia de Martí por la independencia de Cuba y Puerto Rico, como un bien también para los pueblos de Nuestra América, ya que buscaría el efecto de taponear un avance directo del imperialismo de los EEUU por el sur del continente, tal como lo señalase en su última carta, también llamada “testamento político” de Martí.

 

La fórmula martiana concebía, asimismo, salvar el honor de Estados Unidos. De aquí la importancia del mensaje martiano para establecer un diálogo con el pueblo norteamericano acerca de los peligros que amenazan la existencia del género humano en nuestro planeta.[12]

 

José Martí, con su expresión poética, política y con su vida misma, resulta ser la síntesis de ciertas virtudes de los pueblos latinoamericanos. En su ética prima la dignidad de toda y todo ser humano, y la búsqueda de esa dignidad pavimenta el camino a la felicidad, no entendida como sinónimo de alegría, ni como antónimo de tristeza, sino como la posibilidad de desarrollarse plenamente como seres humanos singulares y como pueblos diversos.

    En este sentido, la revolución martiana no promueve el odio, ni la venganza, muy por el contrario, se trata de una revolución de la felicidad, de las vidas plenas. En su pensamiento están presentes algunos elementos clave que queremos destacar: utilidad de la virtud, equilibrio del mundo, formas cultas de hacer política, educación y solidaridad.[13]

    También se desprende de la ética martiana, que nadie se queda atrás, las revoluciones son con todxs y para todxs, son los pueblos en masa participando, protagonistas, creando sus propios métodos y sus organismos, así como también formándose para hacerlo cada vez de mejor manera.

    ¿Quién podría negar la participación de las masas en la revolución cubana, como expresión del patrimonio vivo de José Martí?, ¿Quién no ve reflejado el interés pedagógico y formador de Martí, en el desarrollo de la educación y la ciencia en la Cuba del Movimiento 26 de Julio?

    No olvidemos que José Martí es el apóstol de la revolución, desnaturalizando el concepto de su carga cristiana, nos queda que un apóstol es un propagador, un organizador de la revolución.

 


[1] Heraclio Bonilla, «Cómo España gobernó y perdió al mundo», Revista de Estudios Sociales [En línea], 06 | 01/05/2000, Publicado el 15 enero 2019, consultado el 18 julio 2023. URL: http://journals.openedition.org/revestudsoc/29317.

[2] Félix Lizaso, «Martí, místico del deber», Editorial Losada, Bs Aires. 1940.

[3] Félix Lizaso, «Martí, místico del deber», Editorial Losada, Bs Aires. 1940.

[4] José Martí, «José Martí: un intelectual orgánico de Nuestra América», Editorial Popular La Pajarilla  [En línea], Publicado en mayo 2008, consultado el 19 julio 2023. URL: https://drive.google.com/file/d/1DaUqycrU93wmNzBPTAZ-07aDOlJm2uUi/view.

[5] Félix Lizaso,«Martí, místico del deber», Editorial Losada, Bs Aires. 1940.

[6] José Martí, «Con todos y para el bien de todos». Discurso pronunciado en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891. Nuestra América. Editorial Ariel. Barcelona. 1973.

[7] José Martí, «El partido revolucionario cubano». Artículo publicado en Patria. 3 abril 1892. Nuestra América. Editorial Ariel. Barcelona. 1973.

[8] José Martí. «Carta a Manuel Mercado». Universidad Virtual de Salud Manuel Fajardo. Cátedra de la Facultad de ciencias médicas. [En línea], Publicado en noviembre 2018, consultado el 18 julio 2023. URL:http://uvsfajardo.sld.cu/sites/uvsfajardo.sld.cu/files/carta_de_marti_a_manuel_mercado.pdf

[9] José Martí. «Carta a Manuel Mercado». Universidad Virtual de Salud Manuel Fajardo. Cátedra de la Facultad de ciencias médicas. [En línea], Publicado en noviembre 2018, consultado el 18 julio 2023. URL:http://uvsfajardo.sld.cu/sites/uvsfajardo.sld.cu/files/carta_de_marti_a_manuel_mercado.pdf

[10] Fidel Castro. La historia me absolverá. Editorial Popular La Pajarilla.

[11] Eric Fromm. El arte de amar.

[12] Armando Hart «José Martí y la Generación del Centenario». El telégrafo [En línea], Publicado en enero 2013, consultado el 19 julio 2023. https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/carton/1/jose-marti-y-la-generacion-del-centenario

[13] Armando Hart «José Martí y la Generación del Centenario». El telégrafo [En línea], Publicado en enero 2013, consultado el 19 julio 2023. https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/carton/1/jose-marti-y-la-generacion-del-centenario

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