
Fidel.
Al alba del 26 de julio, se lanza al asalto del cuartel Moncada un puñado de muchachos. Armados de dignidad y cubanía y unas pocas escopetas de cazar pajaritos, se baten contra la dictadura de Fulgencio Batista y contra medio siglo de colonia mentida de república.
Algunos, pocos, mueren en la batalla, pero a más de setenta los remata el ejército al cabo de una semana de tormentos. Los torturadores arrancan los ojos de Abel Santamaría y otros prisioneros.
El jefe de la rebelión, prisionero, pronuncia su alegato de defensa. Fidel Castro tiene cara de hombre que todo lo da, que se da todo, sin pedir el vuelto. Los jueces lo

Fidel reivindica el antiguo derecho de rebelión contra el despotismo:
"Primero se hundirá esta isla en el mar antes de que consintamos en ser esclavos de nadie"
Majestuoso, cabecea como un árbol. Acusa a Batista y a sus oficiales, que han cambiado el uniforme por el delantal del carnicero. Y expone el programa de la revolución. En Cuba podría haber comida y trabajo para todos, y de sobra: "No, eso no es inconcebible"

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