(Leído en homenaje a Guillermo Rodriguez estadio nacional 25 enero)
No voy a dar nombres porque no importa, pero vale decir que teníamos en común la pupila fija en la utopía y que también nos pesaba tanta humanidad devastada por el odio.Veníamos con la adolescencia en efervescencia, con el amor y
la subversión ardiendo de todas las maneras posibles, con el ímpetu recién
estrenado.
Lo nuestro era arrojarnos al abismo, cobrar las cuentas
pendientes. Vencer o morir, no como consigna sino como proyecto, como
salvación, como redención, éramos unos críos naciendo a la lucha, agarrando la
posta que nos dejaron ustedes.
Y pasó que nos saludamos, nos tomamos unos mates, nos compartimos
los deseos y nos hicimos compañeros.
Entre las galerías y pasillos de la Pública conocimos tu
historia y nos sentimos pequeñitos ante tanta "ficha", tanto caudal
bajando el valle. Y lejos de la arrogancia, todo eso lo transformaste en escuela.
Tú y otros compañeros nos armaron una ruca, un lugarcito para crecer, un
espacio que contuvo el ímpetu y nos levantó los andamios para sostener ese instinto
que buscaba la vida nueva, un poco a tientas hasta ese entonces.
Y te hiciste maestro, padre y compañero. Y tanto te esmeraste
en formarnos que hiciste de las celdas las mejores aulas revolucionarias. Nos
presentaste a la Rosa Luxemburgo, a Trostski, a Gramsci, a Mao, a Mariategui y
a tantos y tantas otras que, en algún momento, muchas lunas después, algunos
nos atrevimos, sin dejar de temblar, a discutirte de política. Y fue como
egresar y poder mirarte de otro modo, sin rebajar tu altura, sin dejar de
sentir que estabas ahí, detrás de lo que pudimos empezar a pensar por nosotros
y nosotras mismas.
Quizá fuiste el primero que nos aceptó y validó en tiempos en
que desistir era lo sensato. Y ahora que lo pensamos, era obvio, eras el loco
Willi, el Pepe grillo más revolucionario y consecuente que conocimos.
No nos arrepentimos de hacerte caso y de no pescarte a ratos.
El viaje siempre fue contigo, nos acompañamos con teoría, con práctica y con el
mejor humor negro que siempre fue aliado para los malos tiempos.
Como todo buen profe, fuiste profeta de la crónica de una
locura anunciada. Y aunque no estuviste de acuerdo con esas decisiones, nos
apañaste, nos cuidaste, nos regañaste y nos arropaste también. Sabías que eran
nuestros muertos los que nos estaban tironeando la sangre. En ese trayecto,
también nos alcanzó la prisión, pero ya nos habías preparado. Por eso el golpe
de los esbirros no fue tan duro, nos habías enseñado lo que era la tortura, la
cárcel, la traición de los cercanos, entonces podíamos saber lo que se venía y eso
nos hizo más fuertes. Sin ti, todo habría sido mucho más difícil.
Lo último que queremos tirar al viento hoy, pensando en ti,
es que, después toda esa historia compartida, después de esas oncecitas con la
Elsita y lxs calcetines wachos en la Ángela Davis, después de ver en el tiempo
a tus hijxs, después de humanizarte, de celebrar tus luces y reconocer tus
sombras, seguimos sintiendo que la causalidad nos dio uno de los más grandes
privilegios que puede tener alguien que cree en el socialismo y el comunismo
como horizonte y única posibilidad de una vida digna para lxs más.
Y ese privilegio, como hace unos días me recordó mi
compañero, fue haberte conocido. Gracias por tu vida, Guille. Te extrañaremos
siempre.
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