jueves, 12 de junio de 2008

22 de junio de 1898


Costas de Cuba

Esta fruta está al caer. Los ciento cuarenta y cinco kilos del general William Shafter desembarcan en las costas del oriente de Cuba. Vienen de los fríos del norte, donde anduvo el general matando indios, y aquí se derriten dentro del abrumador uniforme de lana. Shafter envía su cuerpo escalera arriba, hacia el lomo de un caballo, y desde allí otea el horizonte con un catalejo.

El ha venido a mandar. Como dice uno de sus oficiales, el general Young, los cubanos insurrectos son un montón de degenerados, no más capaces de autogobernarse que los salvajes del Africa. Cuando el ejército español ya se derrumba ante el asedio implacable de los patriotas, los Estados Unidos deciden hacerse cargo de la libertad de Cuba. Si se meten, no habrá quien los saque habían advertido Martí y Maceo. Y se meten.

España se había negado a vender esta isla por un precio razonable y la intervención norteamericana encontró su pretexto en la oportuna explosión del acorazado «Maine», hundido frente a La Habana con sus muchos cañones y tripulantes.

El ejército invasor invoca la protección de los ciudadanos norteamericanos y la salvación de sus intereses amenazados por la arrazadora guerra y el descalabro económico. Pero charlando en privado, los oficiales explican que ellos impedirán que una república negra emerja ante las costas de la Florida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Búsqueda